Sobre el "centro reformista".

Los afiliados y cargos públicos del PP suelen afirmar que su partido no es de derechas, sino de “centro reformista”. Es necesario un análisis que demuestre, con cierta rigurosidad, si dicho “centro reformista” existe o no, y en que grado. Como también, si es correcto referirse a él como enclave ideológico de un partido político.

Es común que se tiendan a aceptar como válidas, al menos en un primer momento, las premisas que se escuchan habitualmente. Empero, el problema nace a través de quienes fomentan estas imprecisiones terminológicas, algo habitual en nuestro panorama político. Dicho panorama, se halla dominado actualmente por una particular clase de licenciados en derecho que adoran sin fisuras a la ley escrita actual, la que, con casi toda seguridad, conocerán al detalle. Ello sin darle importancia al hecho, de que la norma escrita es, por un lado, una mera declaración de intenciones, y por el otro suele ser desgraciadamente efímera. Por el contrario, no suelen mostrar el mismo interés por la ley natural, emanadora de los principios universalmente aceptados que deberían recoger las leyes justas. Sin embargo, frente a esta clase de licenciados en derecho (llamémosles “juridíficados”) bastante rígidos de ideas, existe otra que valora los aportes de la ética y la razón como embriones de un ordenamiento jurídico sensato.

Causas como las mencionadas, pueden deberse a la falta de sensibilidad y coherencia de la clase política española, por lo que no sorprende que aludan continuamente, desde cierto partido sobre todo, al “centro reformista”. Resulta inevitable, en este punto, recordar la teoría de Lipset y Rokkan, prestigiosos politólogos, quienes elaboraron cuatro cleavages sobre los que articulaban los puntos de conflicto presentes en la sociedad. Uno de ellos es, precisamente, el que se conoce como izquierda – derecha, o también cleavage de clase, donde justamente constataban la división entre la clase trabajadora (que se le considera izquierda) y los ricos (a quienes se les considera adalides de la derecha). Una clasificación que parece sencilla, útil, lógica y práctica. ¿Cabría, pues, contemplar la posibilidad de un tercer espacio?

Para considerar la existencia de un centro político, lo primero que debería plantearse es la cuestión de: ¿A quién representaría el centro político? Hay quienes responderían que a la clase media, no obstante la clase media no es algo que se encuentre inequívocamente delimitado, ya que no existe acuerdo unánime en cuanto a los parámetros sobre los cuales fijarla. Además, su mera existencia (real) es cuestionable. Resulta mucho más sencillo (y medible) hablar de asalariados y de propietarios de los medios de producción. Por ejemplo, en España en 1994, según Carlos Hermida, (profesor de historia de la UCM) los asalariados constituían el 79,86% de la población activa. Es más, según Vicenç Navarro, (Catedrático de Políticas Públicas de la Pompeu Fabra y profesor de estudios políticos en The Johns Hockins University) hasta la propia ciudadanía del país prefiere definirse como clase trabajadora (a pesar de lo estigmatizado del término) antes que como clase media. Por tanto, ante la inexistencia de un grupo determinado, sólido, real y cuantificable que representar, el llamado centro político carecería de una base hacia la cual orientar su acción política ¡He aquí la primera carencia achacable a dicha acepción!

Es posible continuar el análisis atendiendo a las leyes universales. Según éstas ¿De que presupuesto básico se debería partir para confirmar la existencia de algo? La conocida Ley de los Opuestos responde este interrogante. Ésta ley dice que nada puede existir sin su contrario. Del mismo modo que resulta imposible concebir la luz sin la oscuridad, o el frío sin el calor; el centro político debería tener su propio opuesto, y tenerlo, además, de un modo tan taxativo como los citados, porque la dicotomía izquierda – derecha es perfectamente tangible. Se puede argüir que su contrario serían los llamados extremismos políticos, pero evidentemente habría que preguntarse cual ¿el de izquierda o el de derecha? Porque el centro se presume estático, sin viraje alguno, por lo que tampoco tendría sentido hablar de centro extremo o radical. En resumen si no se es capaz de definir su contrario, resultará imposible (o al menos notablemente costoso) para las personas el poder comprender este concepto. Si la ideología es creación del ser humano, y existe, como tal, fruto de las reflexiones de la humanidad, no tiene sentido que las propias personas no podamos experimentar realmente que es, del mismo modo que quien nunca tuvo miedo, jamás podrá conocer que es la valentía.

Llegado este punto, conviene recordar que el cleavage izquierda - derecha es plenamente cuantificable en base a dos escalas. Una económica y otra social. En el plano económico la izquierda aboga por una mayor intervención del Estado en la economía, con el objetivo de conseguir una igualdad, mientras para la derecha el mercado debe tener el mayor protagonismo posible. Conforme el grado que se alcance en un sentido o en otro, se hablaría de izquierda o derecha más o menos moderada ¿Cuál podría ser una postura de centro? ¿No se querría ni mercado ni Estado, o se querrían los dos? Ahora bien, en este último caso deberían ser exactamente al 50%, lo contrario no sería centro, sería inclinar la balanza, con cierta moderación si se quiere, hacia un lado u otro, y por tanto automáticamente se perdería el centro. Bien es sabido además que el PP es defensor a ultranza del libre mercado y las desregularizaciones masivas, ergo su incardinación económica no deja lugar a dudas. En lo que respecta a la escala social, la izquierda apuesta por el progreso y la transformación de la sociedad, mientras por el contrario, la derecha será la encargada de mantener el statu quo, mientras ejerce de guardiana de las buenas costumbres. Tampoco es un ejercicio de reflexión complicado donde situar al PP.

Por último, no hay mayor incoherencia que afirmar que un centro es reformista ¿De que manera pretende reformar un supuesto centro, y el que? Al centro se le debería suponer, tal y como se ha visto, incapaz de ladearse hacia cualquiera de los dos lados, porque significaría su destrucción. Este lastre le imposibilitaría de realizar cualquier política, bien sea transformadora o conservadora, porque éstas siempre se identifican inequívocamente con izquierda o derecha. Por lo tanto, en un auténtico centro debería reinar una permanente situación de inmovilismo absoluto, además de encontrarse incapacitado y agazapado por no poder tomar partido por absolutamente nada. Pero, es bien conocido que en la realidad no sucede eso, sino que se decanta de forma clara hacía un lado muy determinado.



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